miércoles, 10 de enero de 2018

1- Un hombre muy callado.

Conozco un señor muy, pero muy callado.
Camina, despreocupado, por las calles del centro, con su traje oscuro, ya roído por el paso del tiempo. tiene casi sesenta años y peina sus cabellos hacia abajo, con un discreto flequillo, su cabellera blanca amarillenta.
No sé quién es, ni siquiera su nombre, pero lo veo hace años.
Debería averiguar, qué hace, que ha hecho en su vida. Parece un hombre bueno.
Pero todos los que vagamos por la calle buscando, sin saber, qué cosa, tenemos alguna historia. A veces esa historia puede  ser trágica. Otras veces, lo he descubierto, una personalidad solitaria puede ser simplemente la derivación de una situación increíblemente absurda. De todos modos no veo forma de que este hecho no pueda llegar a ser digno de respeto.
Yo sé que puedo acercarme a este hombre, ganar su confianza y saber que pasó con él. Las palabras amables son llaves al alma, si sabés como utilizarlas.
Pero dudo, prefiero quedarme mirándolo con ese aspecto de hombre despreocupado e imaginarme que simplemente es un hombre bueno, solo que no ha tenido la misma fortuna que otros.
Me intriga, porqué siempre viste de traje.
No es bueno irrumpir en la vida de los demás e irse, molestando, dejando preguntas que antes no asomaban en el horizonte de un espíritu que ya de por sí estaba atormentado.
No poco es lo que nos cuesta conseguir y sostener nuestra "zona de confort", tan denostada por estos días.
Yo mismo también soy un señor, muy, pero muy callado.
Y la verdad, no quiero que nadie me moleste, aun cuando me sienta solo, aun cuando sufra a mares.
Por eso salgo a mirar la gente por las calles, imagino que harán de sus vidas, me imagino que están sanos, siento pena o preocupación por aquellos que llevan un bastón, una muleta, una silla de ruedas. Lo peor son aquellos padres que se desviven por acompañar a sus hijos cuando tienen  una enfermedad incurable. Eso sería insoportable para mi.
Pero a lo mejor, pienso que ellos tienen un buen escudo, ese que yo no alcanzo a armarme todavía, y a pesar de tantas dificultades pueden con ello.
Y me siento débil; sé que no estoy sano, pero aun en ventaja sobre ellos, me siento muy inferior.
He pasado tantas cosas, pero todavía tengo mucho que aprender.
Te aclaro, en ese punto, que no soy el hombre del traje. Pero tranquilamente podría serlo.
Soy un señor muy callado, sé muchas cosas de mi. Entre todas ellas, me conozco, para muchas cuestiones, elegantemente cobarde.
Pero tampoco tengo la certeza, por suerte, de que huiré tan rápido de la tragedia que me toca. Mayor o menor que las de los demás. Le haré frente.
La calle transcurre con su procesión de personajes que quién sabe que pensarán, como vivirán sus días.
Esta entretenida curiosidad es la única que me acompaña en estos fríos días de duda y soledad.
Tal vez, como yo mismo lo hago. alguien me observe caminar por las calles con mi mirada curiosa y el silencio de mi pensamiento lleno de preguntas.









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