miércoles, 10 de enero de 2018

6- Perrito

No tengo amigos declarados oficialmente como tales. Pienso que seria demasiado compromiso.  Porque, al menos para mí, se trata de algo muy serio.
Siempre hay una empatía con tal o cual persona, que es, diría yo, el mejor estado de convivencia que se puede lograr. Una simpatía que dispara un dialogo pacifico e interesante y un estado de respeto, para escuchar y ser escuchado. También una importante llave de tolerancia cuando sin querer entran en colisión ideas legítimamente distintas, pero en conflicto.
Es que cada quien tiene su experiencia, su vida, sus dolores.
Pero entre todo ese muestrario inagotable de especímenes que somos las personas, a veces habría que darle cabida, y aun con mas seguridad, a algunos seres llamados por nosotros animales y que los encuadramos, vaya a saber por qué tipo de razones,  siempre egoístas, en categorías inferiores.
Entonces nos encontramos con que la amistad es un concepto al que difícilmente se acoplen los humanos, pero definida en su mas pura intención, nuestros ahora queridos animales se despeñan con los mas altos honores.
Todo este preámbulo que hago no es para justificar un sentimiento desorientado, sino mas bien para darle la importancia, que se merece, al hablar de él: Mi Perrito.
Yo no sé, ni quiero creer que es solamente, su imagen ante mi, la proyección de tantas cosas que no puedo ver ni aceptar en mi mismo. No quiero pensar que se trata de algún tipo de egoísmo que se interpone entre mi decepcionado corazón y cualquier otro sujeto de mi misma especie zoológica, si se quiere.
Pero lo digo sin rodeos: mi Perrito es mi amigo, mi único amigo. Aunque él no lo sepa; aunque yo jamás  sepa qué soy realmente para él.
Si lo veo del lado del amor, creo que su afecto hacia a mi no tiene límites.
Si pudiera él entender mis palabras, no se como podría hacer para decirle cuanto lo quiero y lo necesito. Que es la compañía mas incondicional que he tenido.
Si cuando estuve enfermo el calentó mis pies helados y arrulló con sus propios ronquidos de tranquilidad tantas tardes grises interminables, en la que tantas veces pensé que se me apagaba la vida.
El estuvo ahí, a cambio de nada. Sólo de mi presencia. Hundiendo su hocico húmedo y sus ojitos preocupados en la punta de mi frazada...
Nos conocimos en una triste operación de compra-venta, donde en una disimulada jaula estaba exhibido con sus hermanos; tuve que elegir. Y lo que pensé en ese momento fué no llevarme el mejor ejemplar, sinó el que me diera el aspecto de mas desprotección, por una idea caprichosa, mas por hacer un bien. El habrá hecho lo suyo de su parte comunicándome eso mismo en su sabio lenguaje gestual.
Ninguno de los dos nos equivocamos. ¡Tanto tendremos que aprender los humanos de la comunicación!
Protegido en una caja de cartón, porque se nos venia encima y ya de noche, una de esas tormentas de verano que uno nunca sabe como terminan, caminé las diez cuadras desde el negocio hacia mi casa y le hablé, me presenté, le conté algo de mi, le adelanté algo de su misión, que iba a formar parte de mi vida y de mi familia; a dónde íbamos. Fue un sencillo pacto que se cumple  hasta el día de hoy.
No se que sentirá el. Pero yo lo quiero. No pocas veces, lo llamo "hijo".
Le puse un nombre, da lo mismo el que sea, secretamente lo llamo "el perrito", apelativo que encierra, en mi pensamiento y mi corazón, toda nobleza que posee para mi.
Me acompaña a cada lugar de la casa, me observa con su mirada aún triste, pero yo creo que hay mucho mas de sabiduría y amor que pena en su mirada.
Me espera cada noche volver de mi trabajo, como si yo fuera el  hombre mas importante del mundo. Y yo a veces entro sin mirarlo. Pero después me doy cuenta y le doy un beso.
Es mi compañero, mi hijo del alma, el amigo que nunca pude ni podré tener. Pero sé que no estaremos juntos toda la vida. Y el riesgo de la ausencia y la de soledad cuenta para los dos, porque yo no soy precisamente un cachorro, ni tampoco un hombre tan fuerte por estos días.
Pero no nos importa.
En distintas formas,  el sentimiento seguramente es el mismo.
Porque este afecto que nos tenemos tiene el color de la eternidad.




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