miércoles, 10 de enero de 2018

2- Tu mirada

Una sola y única vez, me han mirado de esta forma que les voy a contar. Como toda persona desea ser mirada. Como toda persona necesita ser mirada.
Ese día, todo nos había salido mal. Pero ahí estábamos los dos, solos, con los despojos, con lo poco que habíamos podido comprar en el supermercado. En el escalón de una puerta cualquiera, esperando al colectivo, que sabíamos que iba a venir repleto de gente y que nos iba  a costar tanto poder cargar cuando subiéramos, con las bolsas incómodas . No era tanto lo que habíamos comprado, pero para nosotros era muchísimo. Nos sentíamos como millonarios infelices.
Y entonces, en medio de toda esa feliz desventura, apareció sin pedir ningún tipo de permisos, tu mirada.
No puedo precisar que fue lo que me sorprendió. Con ella me decías que podías a llegar a  confiar infinitamente en mí. Para vos, seguro,  yo era como un  santo. Unos segundos antes, yo estaba pensando en como sacarte de mi vida, con los menores efectos colaterales posibles, como un falso héroe en la encrucijada ridícula de salir airoso sin que nadie lo sepa o el intento de una proeza destinada a volverse una auto crucifixión.
Pero cuando me miraste, me sentí, simplemente, convertido en un ordinario muchacho en aprietos. Me aturdí al instante con tus ojos, que a pesar de la noche se traslucieron del color de la miel, asomándose traviesos e inquisidores, entre tus rizos negros, tan firmes como inocentes.
Me miraste, como sospechando mi miserable propósito de dejarte en la puerta de un colectivo de la terminal, con tus bolsos, un poco de plata en el bolsillo y un reguero de lágrimas confusas, debatiéndose entre la tristeza de la partida y la felicidad por el regreso con los tuyos.
Me miraste, como intuyendo, como preguntando: ¿Eso vas a hacer conmigo? ¿De verdad?
Este niño, siempre confundido y enamoradizo que hay y habrá en mi, volvió sobre sus pasos y te abrazó en su corazón por un par de años más. Los suficientes como para que nuestras almas heridas quedaran mano a mano.
Porque fuí como un niño, confundido, que bajo la máscara de un joven correcto, no podía negarse al hecho de que, como todos, también  necesitaba amor.
Y el amor no tiene una sola cara, mucho menos es perfecto. Es un estrago polimorfo que daña y cura.
Lo sabés, después de conocerme, que conmigo, los hechizos no funcionan bien. No te ofendas si te digo, con voz autorizada, que no sos una hechicera.
Porque tal vez, soy yo, lamentablemente, que de fábrica vengo a prueba de hechizos de amor. Es la historia de mi vida. Triste, lo quiera o no.
A los hechos me remito y, en resumen, queda claro, a mi pesar, que con apenas un perro que no ladra y sin una mujer que se quede para abrazarme en la cama, estoy bien.
Vivo, sobrevivo y creo que al final, ese es el indiscutible destino que me tiene atado a lo mas parecido de lo que puedo aspirar a la felicidad.
Pero de ninguna manera me olvido de esa noche, y tan agradecido estoy de que me miraras de esa forma.
Porque nunca jamás, me volvieron a mirar así.











No hay comentarios:

Publicar un comentario