miércoles, 10 de enero de 2018

3- Monumentos

Siempre me pregunté, para que podían servir esas masas de piedra, bronce o hierro, que les dedican a la memoria de los muertos.
¿Porque? Si los honran tanto, dejarlos casi en un estado de semi abandono por el día. Y someterlos a la mas peligrosa soledad de la oscuridad, en el enrarecido mundo de la ciudad de noche.
Hay quienes en cada acto de sus vidas han soñado con merecer semejante destino. No los entiendo, sinceramente.
Alguien dirá "son personas ilustres". Alguna vez escuché decir que quién verdaderamente merece un monumento, es aquel al que jamás se le ocurriría desearlo. Parece que tiene que ver, todo esto, con la humildad.
También tiene que ver con el reconocimiento, con una demostración de afecto. Un amor que desborda el tiempo, siempre tirano, de la vida.
Hay personas que inspiran ese tipo de amor, lo sé. Son únicas. Sé que no soy de ese tipo, pero igual las admiro.
En lo que no quiero pensar, es en la otra cara de esta moneda.
Porque detrás de todo esto también está el olvido.
Y eso, no se a vos, pero a mi me destroza.
No necesito monumentos. Solo saber que aún me llevas en tu memoria, que en algún momento del día mi recuerdo puede, otra vez, arrancarte una sonrisa.
No necesito que me tengas  en tus recuerdos cómo esos frios monumentos de piedra e indiferencia.
Principalmente, porque no estoy muerto.
Pero tampoco quiero meterme en tu vida como un viento arrebatado y torpe, que termina arrojando por el suelo, todo lo que te ha costado tanto conseguir.
Solo saber, que hasta por accidente, todavía podés pensar en mí.
Nada más.





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